La Casa de Taboadela

A mi padre le llamaban el señor Abdón en el pueblo. 

Mi padre creía que Dios estaba con él, con la misma seguridad que creía que el día sigue a la noche. Por eso, cuando don Edmundo y él vieron a la otra parte del puente a los hombres del pueblo con hoces y guadañas impidiéndoles el paso, no se dio la vuelta. Siguieron andando juntos hasta que oyeron decir: ¡anda! si el Bajito y el Inglés no vienen solos. Mira qué ejército traen detrás… ¿Qué pasó para que retrocedieran y se fueran? nunca lo supieron. Mi padre nos lo contaba siempre que nos hablaba de los ejércitos de ángeles de Dios.

Abdón el Bajito era hijo del abuelo Manuel que emigró a Brasil y regresó a Taboadela con “el libro prohibido” y la fe en el alma. La abuela María estaba entre don Edmundo, el misionero inglés, que le decía que ese libro de Manuel le cambiaría la vida y el cura que conocía los secretos de su alma. 

Un día, hecha un lío y llena de dudas se fue a confesar y el cura la habló poniéndole la verdad en su mano: lee la Biblia, es la Palabra de Dios. 

Y creció su fe y creció su hijo. Abdón y Elena se casaron, y ordenaron la vida según el trazado de Dios. En la casa de Taboadela se quedaba Elena mientras Abdón se iba andando a llevar el Evangelio a 14 aldeas. Mientras ponía la inyección al hijo epiléptico de la Feliciana; mientras hacía de juez entre el Jesús, el Rogelio y el lío del saco de patatas que se le fue al Jesús sin querer al saltar la linde. Elena se quedaba en la casa de piedra mientras Abdón convencía al Pepe para que devolviera el traje que había robado y pudiera sacarle de la cárcel. Y en esa casa fue donde pasó lo de las Biblias:

El capitán de la guardia civil de Taboadela hacía un registro a los protestantes una vez al mes. Del baptisterio a los colchones nada quedaba por revisar. Ese día mientras dos cabos bajaban al baptisterio, Abdón y el capitán subían al despacho. De repente se acordó del paquete de Biblias que había encima de la mesa. Esas Biblias eran un tesoro que había que pasar a otros, la Palabra de Dios que no se podía imprimir en España y que él traía de Portugal. Subía las escaleras con el capitán, orando: “Señor, ¿qué debo contestar si me pregunta?...”  

¿Escondió Dios el paquete? ¿lo quitó de su vista? ¿algo le tocó el corazón? Nunca lo supimos. El capitán se sintió muy interesado por revisar la estantería de los libros escritos en inglés. Su curiosidad pasó a ser la de un bibliófilo hechizado por encontrar en un pueblo gallego teología inglesa. El paquete de Biblias estaba allí, el delito habría tenido castigo de cárcel, al requisarlas se habría cortado la cadena de los misioneros y Elena y sus hijos se habrían quedado solos en la casa de piedra.

Pero Dios estaba con el señor Abdón, mi padre, y lo que sucedió ese día es un misterio más, un milagro sin nombre que conoceremos viéndole cara a cara. O no.

Narración Biográfica de Elena González Acevedo.

 
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