El color original de la Estatua de la Libertad
Si hay un monumento que define a la ciudad de Nueva York, esa es la Estatua de la Libertad. Todos los años, Liberty Island se llena de turistas para admirar esta colosal estatua de 46 metros de altura. Fue inaugurada en el año 1886, tras una ardua travesía desde Francia hasta su destino. La mujer representa a la diosa romana Libertas, agarrando firmemente con una mano una tabla con la inscripción: “Julio IV MDCCLXXVI” (4 de julio, 1776, la fecha en la que se escribió la declaración de independencia americana), y con la otra, la antorcha con la que ilumina al mundo. Esta estatua no solo es un símbolo del país, sino del sueño americano, puesto que es una de las primeras vistas que observan inmigrantes de todas partes del mundo cuando llegan desde el Atlántico en busca de una vida mejor.
La Estatua de la Libertad es una auténtica maravilla del arte universal, además de un enorme logro arquitectónico. Pero, ¿sabías que no siempre fue de su icónico color verde? Yo mismo desconocía este dato hasta el año pasado, cuando le estaba enseñando a mis alumnos un fragmento de la película “An American tail” (1986) de Don Bluth. La cinta cuenta la entrañable historia de Fibel, un ratoncito ruso-judío que, buscando una vida mejor, viaja a los Estados Unidos. En la película, Fibel visita varios monumentos representativos, entre los cuales se encuentra la Estatua de la Libertad. Pero, para mi sorpresa, el monumento se representa en la película de color anaranjado y no verde como estamos tan acostumbrados a verla. Cuando la vi, directamente pensé que tenía que ser un fallo del director. Sin embargo, buscando información por internet, me di cuenta de que era yo el que estaba equivocado.
La Estatua de la Libertad está hecha de cobre, por lo tanto, cuando los neoyorkinos la vislumbraron por primera vez en el año 1886, era en efecto, de un color anaranjado-rojizo. Entonces te preguntarás, ¿cómo pudo el monumento transformarse a un color tan diferente a su pigmentación original? No te preocupes, querido lector, que yo te lo explico con la ayuda de la ciencia.
El cobre reacciona de una forma muy particular a elementos ajenos como el oxígeno y el agua. Cuando entra en contacto con estos dos, se forma una reacción química que genera una sustancia verdosa llamada “pátina de cobre”. Por lo tanto, al estar el monumento a la intemperie en una zona con alta humedad relativa, la estatua ahora está recubierta de esta sustancia, perdiendo así su coloración original.
En esta vida encontramos muchas cosas que han perdido su color. El paso del tiempo no perdona y muchas obras de arte requieren del esfuerzo de restauradores para que podamos disfrutar de ellas tal y como se concibieron. Esto no parece haber afectado a la Estatua de la Libertad, la cual incluso ha incrementado su valor turístico por el verde azulado de su superficie. No obstante, hay otras cosas en este mundo a los que la degeneración, y en particular, el cambio de color, les ha pasado factura.
Estoy hablando del corazón humano, querido lector. Estoy hablando de tu corazón y el mío. Hace mucho tiempo, Dios hizo al hombre y a la mujer, y vio que era bueno, pero nosotros entramos en contacto con una sustancia que produjo una reacción adversa en nuestro interior. Esta sustancia era el pecado, el cual corrompió nuestra naturaleza por completo.
Lo que a ojos de Dios era bueno, ahora se había convertido en algo completamente diferente. Dios hizo nuestros corazones de color blanco, pero nosotros escogimos al pecado en vez de a Jesús, y esto ha ennegrecido nuestros corazones.
Este concepto de la naturaleza corrompida del ser humano se hizo muy real para el rey David cuando mandó a un hombre a la muerte. Sí, el mismo rey David que derrotó al gigante Goliat, que escribió los Salmos y que amaba a Dios, es el mismo que envió a su guerrero más fiel a morir en primera línea de batalla, y todo ello para mantener su reputación intacta y llevarse a su mujer de trofeo. Hay mucho más contexto sobre el horroroso homicidio del cual David fue culpable, y os animo a indagar más en el tema que se encuentra en el libro de segunda de Samuel, capítulo 11.
Tras ser enfrentado por el profeta Natán, David escribió una de sus canciones más personales. El Salmo 51 refleja perfectamente la desesperación de su propio autor ante la culpa que le había causado el homicidio. De hecho, en los primeros versículos el Salmista ruega a Dios que tenga misericordia de él.
Pero no solamente encontramos el desasosiego de David en el salmo, sino también hay pasajes que nos traen aliento y esperanza, como el versículo 7 que dice:
Purifícame con hisopo y quedaré limpio;
lávame y quedaré más blanco que la nieve.
Querido lector, a lo mejor no eres ni un homicida, ni un violador como lo fue David. No obstante, tengo malas noticias para ti: nuestro corazón sigue estando igual de sucio que el de este rey. Como dice el apóstol Pablo en Romanos 3:23:
Por cuanto todos pecaron, están destituidos de la gloria de Dios.
No hay ni un solo ser humano que se libre del poder del pecado, y por lo tanto ninguno de nosotros merece ir al cielo. Sin embargo,
[…] donde el pecado abundó, la gracia sobreabundó. (Romanos 5:20).
Jesucristo vino a esta tierra a morir para liberarnos de nuestros pecados. Esta es la gracia de Dios que, sin merecerlo, entregó a su propio Hijo para que nuestros corazones puedan ser limpiados. La sangre de Cristo es el hisopo que necesitamos para purificarnos de toda nuestra maldad. Es el jabón que nos limpia de la impureza del pecado. Solo a través de su sacrificio, nosotros podemos quedar blancos como la nieve.
Querido lector, quiero invitarte a participar de un pequeño experimento conmigo. Tanto si crees en Jesús como si no, quiero animarte a leer el Salmo 51 y a pedirle a Dios que, en este día, Dios te limpie y te purifique. Solo así, tu corazón podrá volver a su color original.
Que Dios te bendiga y purifique en este día.
Alan J. Cook Vaquero
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Después de vivir casi dos años en Nueva York, siento que todavía no conozco la ciudad.