Encuadernar o parchear

¿Alguna vez habéis tenido especial cariño a un libro que se cae a pedazos? Yo sí, y para poder seguir disfrutando de él intenté arreglarlo con celo entre las hojas sueltas y esparadrapo para sujetar las cubiertas. Como no funcionó fui al encuadernador y me cayó un buen rapapolvo por mis parches.

¿No tenemos en ocasiones la sensación de que nuestra vida está “desencuadernada” de alguna manera? Hay un Encuadernador al que acudir, aunque quizá nos diga que nuestros parches han dado poco resultado o han empeorado los daños. La Biblia habla de la sabiduría que necesitamos para tomar las decisiones correctas en el momento correcto, tanto para la persona que sabe que necesita un cambio como para quien no lo sabe. Dice:

“Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento”.

Fiarnos de una persona implica estar seguros de que cumplirá lo que ha prometido, o que pagará lo que debe. Confiar en Dios tiene ese componente de firme seguridad, de que Él no va a defraudar. Pero significa también entregarnos a Él con todo lo que somos, intelecto, emociones, personalidad, con toda nuestra conciencia y personalidad. Ante cada situación de la vida hay que investigar las distintas perspectivas, usar la lógica, hacer preparativos. El problema radica en basarnos en primer lugar en nuestra inteligencia, prudencia, habilidad o capacidad de juicio. La prioridad para cada decisión, para determinar lo que es correcto o incorrecto, debe estar en la entrega y descanso en el carácter, poder y fidelidad de Dios.

“Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas”.

El conocimiento se adquiere por observación y reflexión. Para conocer a Dios hay otro factor: la experiencia y el compromiso con Él, a quien queremos reconocer en nuestras elecciones y vivencias (nuestros caminos). Se trata de un tipo de conocimiento de primera mano, no solo por lo que nos cuentan. Y la consecuencia, según estas palabras del libro de Proverbios, es que Él facilitará el progreso, nos hará avanzar. Nos guiará, y al mismo tiempo nos llevará a la meta que quiere para nosotros. Él arreglará las cosas para hacer lo mejor; no necesariamente lo que nos guste o sea más cómodo.

La conclusión es esta: “No seas sabio a tus propios ojos; teme al Señor y apártate del mal”.

Si no podemos fiarnos de nosotros en primer y único lugar, ¿cómo podemos temer a Dios y a la vez tener seguridad? Temer a Dios es ser conscientes de quién es Él, quiénes somos nosotros y actuar en consecuencia. Es percibir cosas de Él, pensar en lo que percibimos, y actuar. Se trata de reconocer el carácter de Dios y responder con reverencia, confianza, adoración, obediencia y servicio. El temor de Dios guía a tener un verdadero criterio de vida, al tiempo que le amamos y buscamos obedecerle en todas las áreas de esa vida. Quizá no sepamos por dónde empezar. Dios habló muchas veces en el pasado, pero sobre todo ha hablado a través de su Hijo, Jesucristo, aquel a quien recordamos en Navidad. Jesús vino al mundo y dio a conocer cómo es Dios. Es la luz que vino para que todo el que cree en Él, no siga andando a oscuras.

¿Vidas “desencuadernadas”? Dejemos de poner parches y vayamos directamente al Encuadernador.

Marisa Guardiola

Taller de manualidades navideño de reciclado de libros.