Capaces de lo mejor y lo peor
Últimamente he vivido dos episodios de bondad y otros dos más duros que me han impactado y me han hecho pensar.
El primero hace cosa de un mes. Estábamos mi esposa y yo en un mercadillo. De repente me di la vuelta y en un pequeño claro vi unos billetes en el suelo. Me agaché, los recogí y comencé a mirar a mi alrededor para ver si veía a alguien buscando, pero no vi a nadie.
Le dije a mi esposa: “no voy a preguntar, porque si lo hago, al primero que pregunte, me puede decir que los billetes son de él, aunque sea mentira”. La verdad es que no me fío mucho de la gente. De repente apareció un señor agachándose, mirando debajo de los pies de la gente para ver si encontraba algo, enseguida deduje que era él quien había perdido el dinero. Le pregunté: “¿busca algo?”
“Sí, 35 euros que acabo de perder, se ve que sin querer, al sacar la mano, he tirado los billetes que llevaba en el bolsillo”, nos dijo.
“Tenga usted, los he encontrado en el suelo, ahí detrás, justo al otro lado de donde buscaba”, le expliqué al devolvérselos.
El señor estaba en el puesto de al lado comprando unos calcetines y hasta que no fue a pagar no se dio cuenta de que había perdido el dinero. Me dio las gracias, pagó los calcetines y se fue. Me llamó la atención la cara que puso el vendedor, que lo había presenciado todo. Una sonrisa entre incrédulo y agradecido.
El segundo episodio lo he presenciado esta semana. Una madre y su hija iban caminando y esta vio en el suelo unos billetes. Los cogió y se los dio a su madre. Esta empezó a mirar para ver si había cerca alguien que pudiera haberlos perdido. Tres o cuatro pasos más adelante había una señora mayor mirando un escaparate. Se acercaron a ella y le preguntaron, enseñándole los billetes, si eran suyos. La mujer sorprendida se echó mano a los bolsillos y dijo que no.
“Bueno, no son de esta señora, y ahora ¿qué hacemos?”, dijeron.
Inmediatamente se les ocurrió entrar en la tienda de al lado para dejar allí el dinero por si alguien preguntaba.
Yo estaba sentado en el coche, aparcado justo al lado de donde ocurrió todo. Me dejó impresionado.
El tercero fue hace un par de meses. Estando comprando en un supermercado, a mi esposa se le ocurrió levantar la mano para mirar la fecha de un producto que estaba en lo alto de una estantería y mientras ella hacía este gesto, alguien que estaba al lado aprovechó para robarle el monedero que llevaba en el bolso.
Seguramente la habían visto sacarlo en el supermercado anterior, que está enfrente y la habían seguido vigilándola, buscando la ocasión de sustraérselo.
El último episodio me ocurrió hace unos años, cuando me operaron del corazón. Después de casi dos horas en el quirófano y otro cuarto de hora en una sala donde no había nadie, ya no me podía aguantar más las ganas de ir al servicio, pero estaba en una camilla con todos los tubos puestos y no tenía ni idea de dónde estaba el servicio.
De repente, vi un enfermero que recogía para irse. Le dije: “Por favor, necesito ir al servicio, ¿me puede ayudar?”
“Yo ya he terminado mi turno y me voy, dígaselo a otro”, me dijo.
“Pero es que por aquí hace rato que no pasa nadie, por favor, no aguanto más,” le supliqué.
Me dijo: “No es mi problema” y se marchó tranquilamente.
¿A qué consideraciones me lleva esto?
Que hay personas que viven del robo y el abuso, incluso de ancianos a los que es más fácil empujar, engañar, o enfermeros que no les importan sus pacientes, pero que aún hay personas que tienen buena intención y retornan lo robado y estoy seguro que hay enfermeros muy atentos y compasivos. Realmente somos capaces de lo peor pero también de lo mejor.
La Biblia dice que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y que Él ha puesto en nosotros una conciencia, que somos capaces de discernir lo que está bien y lo que está mal. Sin embargo, también dice que debido a nuestras malas costumbres y actitudes a veces tenemos la conciencia cauterizada; no funciona; no nos acusa cuando obramos mal.
En los últimos tiempos, algunos… hipócritas y mentirosos, cuya conciencia está cauterizada. - 1ª Timoteo 4:1-2.
Por una parte, siguiendo la imagen de Dios en nosotros, somos capaces de dar la vida por salvar a alguien que se está ahogando, o que lucha con un fuego; y por otra, somos capaces de mentir, robar y matar en un arrebato de ira, incluso a nuestros familiares. En las noticias se nos relatan estos hechos, desgraciadamente, demasiado a menudo.
Solo Dios por su Espíritu puede darnos las fuerzas y la visión para vivir solamente en el bien.
Por gracia sois salvos por medio de la fe en Jesucristo, no por obras para que nadie se gloríe, pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas. - Efesios 2:8-10.
No os engañéis; Dios no puede ser burlado, todo lo que el hombre siembre, eso también segará, porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos… - Gálatas 6:7-10.
Agustín Vaquero