Música y alabanza
Yo sin la música no soy nadie. Sin darme cuenta siempre voy cantando, y es que no sé bajar las escaleras de casa sin cantar. Igual me pasaba cuando trabajaba, si alguna clienta no me escuchaba cantar al subir las escaleras, me preguntaba:
-¿Te pasa algo?
-No, ¿por qué?-respondía yo.
-No, es que como no te he oído cantar…
La música es la expresión del alma. Sé que me estoy haciendo mayor porque no hay reunión en la que no se me salten las lágrimas de emoción con algún himno. La poesía me encanta porque permite sacar lo que llevamos en el corazón, pero si además es cantada es el no va más. Eleva nuestra alma hasta el cielo.
No penséis que solo me gusta la música cristiana, me gusta toda clase de música, especialmente la que tiene una buena letra. Yo canto muchas canciones de mi época, de cantantes conocidos. También me gusta mucho el flamenco, soy fan de Diana Navarro. Mi compañero Antonio me manda de vez en cuando un vídeo de algún cantaor.
A parte, la música es sumamente provechosa para aprender cosas. Todos hemos cantado la tabla de multiplicar: “Dos por uno, dos; dos por dos, cuatro; dos por tres, seis…” También recuerdo que una vez jugando en la iglesia a ver quién decía más versículos de la Biblia de memoria ganó mi equipo porque sabíamos un montón de canciones basadas en versículos.
Mi nieta y yo también compartíamos sus canciones del cole y yo le contaba trabalenguas y otras cosas que recuerdo de mi niñez, precisamente por haberlas repetido mucho. “30 días trae noviembre, con abril, junio y septiembre; de 28 solo hay uno; los demás de 31” fue un dicho que le enseñé a mi nieta justo cuando estaban estudiando los meses del año y la profesora le preguntó los días de un par de meses y se los dijo sin problema. Los había aprendido gracias a la repetición.
Hay otro caso que me viene a la mente: Juan Sánchez, un amigo de Salamanca que ahora vive en Madrid, me enseñó los frutos del Espíritu Santo, que aparecen en Gálatas 5:22 a través de un juego nemotécnico:
“Bebo, pago, tómate café.”
Benignidad, bondad, paciencia, gozo, tolerancia, mansedumbre, templanza, caridad y fe.
En la Biblia hay un amplio repertorio de música. Hay libros como los Salmos que eran el himnario del templo. La música es un maravilloso invento de Dios y es la voluntad de Dios que cantemos a su nombre:
Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará. - Isaías 43:21
Cantad con gracia en vuestros corazones al Señor, con salmos, himnos y cánticos espirituales. - Gálatas 3:16
Sea llena mi boca de tu alabanza, de tu gloria todo el día. - Salmo 71:8
Cantad alegres a Dios habitantes de toda la tierra. Servid al Señor con alegría. - Salmo 100: 1-3
Después de hablar de música y de cantos a Dios, no puedo pensar en una manera mejor de terminar esta confesión que con un himno de testimonio:
DÉJAME DECIRTE
Déjame decirte que conozco a un hombre
Sencillo y humilde, y henchido de amor;
Deja que te diga que Él sabe tu nombre,
Y vivir anhela en tu corazón.
Déjame contarte que Él dejó su gloria
Y bajó del cielo derramando amor;
Déjame que siga contando su historia:
Clavado en la cruz nuestra culpa pagó.
Su Nombre es Jesús ¡cuán dulce es Él!
En mi corazón vive mi Señor;
Ábrele ahora el tuyo
Y entrará mi Dios.
Deja que te diga que ha resucitado
Y que está sentado en el trono de Dios;
Que compró tu vida y venció a la muerte,
Y quiere ofrecerte su Gloria y su Amor.
Déjame decirte que Él te está llamando;
Sólo has de decirle: perdona, Señor,
Vengo arrepentido de vivir pecando;
Entra, mi Jesús en mi corazón.
Su nombre es Jesús ¡cuán dulce es Él!
Agustín Vaquero