Adun Sam-On
El 23 de junio de 2018, después de celebrar su cumpleaños, Peeperat “Night” y el equipo de fútbol de los jabalíes salvajes junto con su entrenador decidieron ir en bici a la cueva de Tham Luang. No era la primera vez que bajaban para escribir los nombres de los nuevos en las paredes de la cueva. Por eso, dejaron las bicis a la entrada y echaron a andar solo con sus linternas.
En la profundidad de la cueva, se encontraron con que las lluvias de los días anteriores la estaban inundando rápidamente. Se vieron atrapados en la crecida y aunque lo que querían era salir, tuvieron que adentrarse más y más. Acabaron en una plataforma rocosa a 4 km de la entrada.
Estaban en completa oscuridad y comenzaron a sentir miedo. El entrenador, un ex monje budista, les enseñó técnicas de meditación para mantener la calma y les mandó quedarse quietos para conservar la fuerza. Esa fue la primera vez en la que Adun necesitó hablar con Dios: “yo solo soy un muchacho, pero tú eres omnipotente y Santo. Solo tú puedes protegernos y ayudarnos“. A partir de ese momento lo que Adun vivió fue una auténtica experiencia de fe en medio de dificultades aparentemente sin solución: no llevaban comida, pero tuvieron agua potable en forma de humedad que goteaba de las paredes de la cueva. Estaba oscuro, pero tenían linternas. Había grietas en las rocas calizas por las que entraba el aire, y sobre todo, uno de ellos tenía a Dios en su corazón.
Adun había nacido en la región de Wa, en la frontera entre Birmania y China. Vino con sus padres a Tailandia y a los siete años empezó a asistir al centro de la organización cristiana Compassion (que mediante la adopción a distancia mantiene a casi 2 millones de niños vulnerables en todo el mundo) gracias a la cual, pudo acceder a una excelente educación, incluidos los idiomas, y crecer en los principios del Evangelio. Las dos cosas fueron la clave de la salvación del grupo.
El rescate se desarrolló rápidamente. Las fuerzas de élite de la Marina de Tailandia llevaron la organización para sacar de la cueva a unos niños de los que no se sabía si estaban vivos ¿en qué parte de la cueva estaban? ¿cómo podrían llegar a ellos?. Primero los ingenieros trataron de bombear el agua fuera de la cueva, pero fue imposible. Intentaron perforar la montaña, usaron drones con sensores térmicos; nada servía.
Los primeros voluntarios internacionales llegaron el jueves 28 de junio: la fuerza aérea de Estados Unidos y buzos especializados en cuevas del Reino Unido. El domingo 1 de julio, lograron un progreso al llegar a una caverna grande que serviría como base para los buzos. Al día siguiente, olieron a los niños. Los olieron antes de verlos y al preguntar cuántos eran, oyeron la respuesta de la esperanza: trece, contestó uno de los niños en inglés. Todos vivos. Y así Adun se convirtió en el intérprete del grupo. Él era el único que sabía inglés y fue quien ayudó a los submarinistas británicos a comprender las condiciones exactas en las que estaban atrapados, al tiempo que transmitía los mensajes de los submarinistas a sus compañeros. Después de nueve días en la oscuridad, los jabalíes salvajes pudieron ver la luz y tomar alimento líquido y agua mineral con vitaminas. Había llegado el momento en el que planear cómo sacar de la cueva inundada a 12 niños que no sabían nadar por un corredor de 4 kms.
El 6 de julio murió uno de los buzos voluntarios mientras estaba en un trayecto de rutina entregando tanques de oxígeno a los niños. Perdió la consciencia después de quedarse sin aire y su muerte puso de manifiesto los riesgos a los que se enfrentaba. El domingo 7 de julio, se inició lo que se describió como un esfuerzo de rescate sobrehumano de casi 1.000 buzos tailandeses y extranjeros. Se abrieron paso durante horas a través de aguas oscuras y frías con cuerdas como guía. A cada niño se le dió una máscara de aire y se le ató a un buzo. Cada niño llevaba un tanque de aire amarrado al pecho y una abrazadera en la espalda que utilizaban los buzos para dirigirlos. En las secciones más angostas, los buzos tuvieron que quitarse los tanques de aire para poder pasar mientras llevaban a los niños. En la siguiente fase, cada niño fue colocado en una camilla y llevado por un equipo de cinco hombres. Hubo que guiarlos por una pendiente pronunciada usando un sistema de poleas y en algunas zonas formaron una cadena humana. Uno por uno, los jabalíes salvajes fueron sacados de la oscuridad.
En el momento en el que salió el último grupo de niños y su entrenador, los niveles de agua comenzaron a crecer muy rápido, hasta 30 cm. Estaban saliendo las últimas personas del interior de la cueva, cuando una bomba de agua dejó de funcionar repentinamente y las aguas se precipitaron. Fue una hazaña asombrosa porque después de dos semanas angustiosas los niños de la cueva de Tailandia y su entrenador salieron sanos y salvos.
En Facebook el equipo de élite de la Marina publicó: “No estamos seguros de si esto fue un milagro…”.
Y aquí es donde empieza la historia paralela que nadie contó. La historia de Adun, el jabalí salvaje no budista, el único cristiano del grupo. El niño de 14 años de la sonrisa y la calma que impresionó a los socorristas. El niño que oraba y oraba mientras todos se desesperaban; el que oraba mientras la oscuridad, el hambre, la angustia y la tristeza les hundían todavía más en la profundidad de aquella cueva. Adun nunca se sintió solo. Por lo que él contó, tenemos que imaginarle por encima del desánimo realista de lo que estaba viviendo. Según iban pasando los días y las noches todos desfallecían pero él oraba: “yo solo soy un muchacho. Tú eres omnipotente y santo“. Y Dios lo fue: todopoderoso contra una tragedia que pudo ocurrir. Misericordioso con un niño que clamó a Él para salvación de todos. Padre lleno de amor que colmó las expectativas de un mundo con la respiración contenida aquellos días.
Dentro de poco se cumplirán dos años de todo esto. Cuando hagan la película y cuenten la versión budista, no contarán más que una parte. Nosotros sabemos que sí fue un milagro, o trece… Adun y su fe removieron cielo y tierra y todos sobrevivieron.
COMPANION