4ª historia de tulipanes
Esta mañana, me acerqué al balcón para ver a mis tulipanes. Y, ay, madre mía, mi tulipán favorito estaba tumbado en el suelo.
No podía creerlo. Me inundó una tremenda tristeza, porque durante estos días me había traído tanta alegría, y de repente allí estaba mi querida flor por los suelos.
Os cuento por qué. Resulta que cuando planté este bulbo, que fue el último que puse en una maceta, no lo enterré mucho, porque solo me quedaba un contenedor con poca tierra. Aunque no estaba muy cubierto de tierra, fue el primero que brotó. Después de unos días bajo la lluvia, el bulbo quedó al descubierto mostrando la falta de profundidad en la tierra. Me sorprendió que, a pesar de eso, se pudiera apreciar tan pronto la vida surgiendo de él.
En seguida pensé en la parábola del sembrador y en la de los dos cimientos:
“…Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.” - Mateo 13:5
En mi caso no ha sido el sol, ha sido el aire. Hemos tenido unos días fríos y con bastante aire, y como el bulbo no estaba enterrado profundamente, a pesar de que yo había puesto un poco de tierra encima para que no se quemara y se secara con el sol, el aire lo tumbó.
“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.” - Mateo 7:24-27
Así mismo, si la Palabra de Dios no cala en profundidad en nuestras vidas y el cimiento de nuestra existencia no está en algo firme, seguro e inamovible, cualquier tormenta, por pequeña que sea, nos puede tumbar. Pero si edificamos nuestra vida sobre Dios y sus promesas, no habrá dificultad que nos destruya. Podrá hacer algunas grietas en nuestra casa, pero nada que no se pueda arreglar.
Especialmente en los tiempos tempestuosos que vivimos con el virus, os animo a descansar sobre los cimientos que Dios nos ha dado en su Palabra. El descanso en sus promesas y la obediencia a sus mandamientos harán de nuestra vida un edificio firme y seguro.
Por cierto, he levantado mi tulipán y lo he reforzado con unos palitos para que pueda aguantar de pie un poco más.
Ada Cook
COMPANION