¿Quieres ser feliz?
Tenía 16 años y estaba lleno de dudas. Había asistido a la iglesia desde los 9 años cuando se convirtieron mis padres. No había dejado de participar en la escuela dominical, donde estudiábamos la Biblia. Había tenido problemas en el colegio por ser cristiano y no tenía paz. ¿Creía de verdad, o solo iba a la iglesia porque lo hacían mis padres? Yo quería resolver ese enigma.
Empecé a leer e investigar hasta que me di cuenta de que Dios me estaba buscando. Solo esperaba que le abriera mi corazón. A veces pensaba: “Dios es un aguafiestas, todo lo que me gusta, todo lo divertido, es lo que Él prohíbe. Todo lo que mola es pecado.” Pero luego pensaba “¿Quién nos creó con la capacidad de disfrutar de todas las cosas?”
Cuando Dios dice que podemos ser “bienaventurados” (felices, dichosos) es porque realmente Él puede darnos esa felicidad deseada.
No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios. - Eclesiastés 2:24
¿Eso lo dice la Biblia? Pues sí. El deseo de Dios siempre ha sido que los hombres podamos disfrutar de sus bendiciones.
El Dios vivo que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. - 1ª Timoteo 6:17
Hemos sido creados a imagen de Dios y, como Él, tenemos la capacidad de disfrutar de muchísimas más cosas de las que nos damos cuenta. Lo mismo podemos disfrutar de la música, como de una buena película, de un paisaje, una obra de arte, un buen libro, comiendo o bebiendo, de un buen olor, una buena compañía y podríamos estar indefinidamente mencionando cosas que nos gustan y que de verdad disfrutamos, lógicamente cada uno según sus preferencias.
Y yo me pregunto de nuevo ¿quién inventó esas cosas? ¿Quién nos dio el oído, el gusto, la vista, etc? ¿Y quién inventó los colores, los sonidos, los sabores,? Y ¿quién nos capacitó para que pudiésemos desarrollar esos dones que luego tanto disfrutamos?
No nos engañemos, Dios no es ningún aguafiestas, por el contrario, si hay tantas cosas hermosas en este mundo, es porque Él las creó y nos dio la posibilidad y las capacidades para disfrutarlas.
Cuando pensaba en estas cosas me daba cuenta cuán equivocado estaba y cuánto necesitaba acercarme a ese Dios que solo busca mi bienestar.
El hombre pos-moderno se ha independizado de Dios. Piensa que no necesita a nadie que le diga lo que tiene que hacer. Se basta a sí mismo para solucionar sus problemas, sin embargo vemos que en realidad no es capaz de solucionarlos.
Dios tiene buenas noticias para nosotros: es posible volver a empezar, es posible salir de la esclavitud del pecado, es posible ser feliz.
El amor de Dios es infinito, no quiere vernos sufrir y para librarnos de nuestra situación envió a su Hijo, Jesucristo.
Él nos dice:
“La paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro”. - Romanos 6:23
“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él” Juan 3:16-17
Cuando Dios nos habla de felicidad nos deja sorprendidos:
“Bienaventurados (felices, dichosos) los pobres de espíritu; los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, porque de ellos es el reino de Dios, serán consolados, serán saciados”.
Es decir, que para ser feliz no le tiene que ir a uno todo bien, no hay que disfrutar mucho, tener mucho dinero y poder hacer lo que a uno le dé la gana. ¡NO! Lo que hay que hacer es reconocer que no somos nada, que no valemos nada, que estamos necesitados de Dios y de su justicia. Muchas veces hay que llorar por nuestro pecado y después reconocer a Jesucristo como nuestro Salvador y Señor para encontrar la paz que anhelamos... Reconocer que Él murió en nuestro lugar, pagó nuestra deuda y ahora nos invita a venir a Él para tener vida en abundancia.
Los resultados de esta actitud son extraordinarios, traen paz, sanidad, bendición y vida eterna, traen FELICIDAD.
Así que, ¿y tú?, ¿quieres disfrutarla?
Agustín Vaquero